Entre los principales elementos de seguridad de un vehículo se encuentran las pastillas de freno, motivo por el que es fundamental cambiarlas de acuerdo con el desgaste y las indicaciones del fabricante. De esta forma, se logra evitar una mayor distancia de frenado que puede desencadenar un accidente.

Asimismo, un buen mantenimiento de estas piezas impide problemas relacionados con otros sistemas del coche, como los discos de freno.

Por este motivo, SPG señala en un post que, aunque depende del estilo de conducción y de las recomendaciones del fabricante, es aconsejable revisar las pastillas a los 30.000 km y los discos, a los 60.000 km.

Por otro lado, el artículo recuerda que existen distintos tipos de pastillas de freno. Las orgánicas utilizan en su fabricación fibras de vidrio, caucho, Kevlar y carbono. Este último material favorece al resto de componentes del freno, pero no son la mejor opción, ya que pueden desgastarse más rápidamente.

También están las pastillas semimetálicas, compuestas de metales blandos (lana de acero, polvo de hierro o cobre mezclado con cargas inorgánicas) dentro del material de fricción para optimizar el frenado. Además, se caracterizan por tener un alto rendimiento. Respecto a las completamente mecánicas, éstas suponen un incremento de precio, calidad y eficiencia de la frenada.

Por último, se encuentran las de cerámica, hechas de fibras cerámicas, materiales no ferrosos, agentes de unión y pequeñas cantidades de metal. Pese a ser las más caras, presentan mayor durabilidad.

Por otro lado, desde SPG recuerdan que no es adecuado escoger las pastillas de freno sólo por el precio, sino también por que ofrezcan mayor seguridad y mejor funcionamiento del coche.