El taller de vehículo industrial atraviesa un momento paradójico: hay más trabajo que nunca, pero también más dificultades que nunca para hacerlo rentable. Las exigencias burocráticas, la carga normativa y los costes de actualización tecnológica hacen que mantener un taller en marcha sea una carrera de fondo. Cuando uno se detiene a hacer números, ve con claridad que cada vez trabajamos más… para ganar menos.
El ritmo de trabajo es intenso. Las flotas crecen, los vehículos se sofistican y las exigencias de los clientes -muchos de ellos con acceso a información y precios a golpe de click- no dejan de aumentar. Sin embargo, a esa mayor carga de actividad se suman trabas que no tienen que ver con la mecánica, sino con la administración. Los talleres de V.I. tenemos que invertir constantemente en formación, equipos de diagnosis, maquinaria adaptada y cumplimiento de normativas, lo que se traduce en un esfuerzo económico y organizativo que lastra nuestra rentabilidad.
Más papeleo que llaves inglesas
Muchos compañeros comentan que nunca se había trabajado tanto ni se había ganado tan poco. Y no es una sensación. Entre la prevención de riesgos laborales, la protección de datos, los registros de limpieza obligatorios y las inspecciones, el taller se ha convertido en una pequeña oficina con más papeleo que llaves inglesas. Cuando hace falta más personal en la oficina que en el foso, es que algo no funciona.
A esto se suma la implantación de VeriFactu, pese a ser retrasada hasta 2027. Es otro ejemplo de cómo la obsesión por controlar todo complica la vida a quienes sólo queremos dedicarnos a reparar vehículos. El tiempo que habrá que dedicar a emitir y comunicar cada factura será absurdo, y si al final tenemos que contratar a un agente externo para gestionarlo, la rentabilidad se resentirá aún más. En lugar de ayudarnos a hacer lo que mejor sabemos -trabajar en los vehículos-, se nos machaca con más burocracia. En muchos pueblos, incluso sin conexión estable a internet, será un reto casi imposible.
Más flotas de gran tamaño
El escenario tampoco es fácil en el mercado. Cada vez hay menos camioneros autónomos y más flotas de gran tamaño, lo que concentra el trabajo en manos de unos pocos y debilita al taller multimarca. Además, los servicios oficiales de las marcas están viendo en la posventa de vehículos usados una fuente de rentabilidad, arrebatando parte del espacio natural de los talleres multimarca. Tradicionalmente, los vehículos que finalizaban su renting pasaban al taller multimarca, pero ahora muchos se quedan en los canales oficiales. Falta por ver si esa tendencia se estabiliza o si los propietarios volverán a apostar por el taller independiente.
Frente a todo esto, hay que poner el foco en las personas y en el relevo generacional. La escasez de profesionales cualificados es uno de nuestros mayores retos. Desde Cetraa hemos propuesto medidas para atraer talento joven al sector, y en el caso del vehículo industrial, planteamos incorporar un módulo específico de V.I. dentro de la Formación Profesional. Es fundamental que se reconozca la especificidad de este sector, clave para la economía y con enormes salidas profesionales.
Otro aspecto preocupante es el desinterés de los nuevos empresarios por el asociacionismo. Muchos confían en que la inteligencia artificial o internet resolverán sus problemas, pero olvidan que sin asociaciones y sin representación colectiva, el taller queda sólo ante las administraciones y las grandes corporaciones. Lo que hoy tenemos —derechos, acceso a información, interlocución institucional— no ha surgido de la nada. Lo hemos conseguido unidos, y sólo unidos podremos mantenerlo.
Este artículo de opinión de Antonio Atiénzar forma parte del Manual del Taller del Vehículo Industrial 2026.
