Talleres_del_siglo_XXI_Josep_Ferro Josep Ferro

| A mí que me digan lo que tengo que hacer | -

A mí que me digan lo que tengo que hacer
A mí que me digan lo que tengo que hacer

"A mí que me digan lo que tengo que hacer" se complementa perfectamente con el archiconocido "Este no es mi trabajo".

(Pura ficción)

En un país lejano, conocí un taller en el que Todos los operarios habían sido, en algún momento de su vida en esa empresa, jefes de equipo. A lo largo de los años, uno por uno, les abrazaron, les pusieron un objetivo, les comieron la orejita y les besaron el cuello... antes de morderles. "Haz currar a la tropa, alcanza los objetivos (que te marcaremos nosotros) y progresarás. Y antes o después, cobrarás más". Meses, o años más tarde, por el motivo que fuera, se le culpaba de no conseguir los propósitos diseñados por quien sea, se le trasladaba a otro centro o se le despedía, o lo degradaban, se le devolvía a la tropa y se le sustituía por otro. Y volvían a empezar.

El Emperador vivía en su mundo. En su despacho, pendiente de las ventas y de sus reuniones con personajes importantes. La ley del tabaco no la hicieron para él. Era educado y amable, pero misógino. Tenía claro que el mundo del taller es solo para hombres muy machotes. Él no sabía hacerlo, pero se hacía preparar multitud de informes. Quería saberlo y medirlo todo. Horas Vendidas, de Presencia, Invertidas, Productividad, Eficiencia, Eficacia, Facturación, Márgenes, Penetración, Repeticiones, Indicadores de Satisfacción y Calidad, Costes, Proveedores, Descuentos, Rapeles... No pisaba nunca el taller. Nunca es NUNCA. Lo más cerca de la Posventa que estaba era al aparcar el coche en la entrada del taller, para no tener dificultades al salir. Solía dejarlo con las llaves puestas, claro, por si molestaba. Hasta que se lo robaron.

Cuando alguien del equipo estaba enfermo, los objetivos globales no variaban. Si estaba un mes de baja, tampoco. El resto tenía que hacer su trabajo para alcanzar los objetivos, si querían cobrar la prima. Ya se sabe que la empresa no tiene la culpa de las enfermedades de la tropa. Un líder tan empático solo puede generar un equipo ultramotivado. Lo raro era que no estuviera siempre más de uno de vacaciones, o de médico, de mutua, de baja, de permiso por visita a hospital de un familiar, de mudanza, de día de convenio, de día de libre disposición, de entierro, de boda, de comunión, de resaca o de viaje a Marte. De los 242 días laborables que tiene el año, en ninguno se puede hacer una foto con el equipo completo.

¿Qué esperas de un operario que un día fue jefe y entre todos le ayudaron a fracasar?

¿Qué esperas de un jefe de equipo que ha visto como los demás lo intentaron y fracasaron?

Pues eso. "A mí... que me digan lo que tengo que hacer".

El lío está servido.

Desastre asegurado. Excepto que te de igual. Que no tengas competencia cerca, o que tus competidores lo hagan igual de mal o peor. O que tu rentabilidad esté basada en una tarifa de mano de obra de astronauta (más su 21% de IVA) y la manipulación del precio de los recambios. Que tus clientes sean rehenes y vuelvan aunque les trates a patadas, tus indicadores de satisfacción y calidad (¿manipulados?) sean del 99% y tus márgenes del 30% o más.

¡Así cualquiera!

Sobre el autor

Ingeniero Industrial. Veterano del Taller, la Logística, y ahora en el mundo de los Hospitales.

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