La inspección técnica del vehículo es un trámite imprescindible que deben pasar todos los automóviles cada dos años (anualmente si tiene más de diez años). Para no tener problemas problemas es aconsejable acudir antes a un taller y realizar una pre-ITV en la que se revisen todos los aspectos necesarios.

En caso contrario, durante la inspección se puede encontrar dos tipos de fallos. En primer lugar están los leves, con los que se pasa la inspección y se puede circular, pero conviene acudir a un establecimiento especializado para que revisen esos problemas, pese a que no se exige una nueva inspección, a no ser que el vehículo tenga una calificación desfavorable, tal y como señalan desde Asetra.

Los graves son aquellos que disminuyen las condiciones de seguridad del vehículo y tienen que arreglarse en un máximo de 2 meses y pasar de nuevo la inspección, aunque no necesariamente en las mismas instalaciones.

En estos casos, se puede únicamente circular con el vehículo para su traslado al taller y volver otra vez a la estación de ITV. Si no se hace así, se pueden imponer multas de 200 euros.

Si los fallos son muy graves, el vehículo queda inhabilitado para circular y debe ser trasladado al taller en una grúa. Cuando se subsanen los defectos, debe volver a la ITV en un plazo inferior a dos meses. Hay que tener en cuenta que si se circula sin haberlo arreglado, la multa será de 500 euros.

Por otro lado, para pasar correctamente la inspección técnica es recomendable revisar el buen estado del parabrisas, limpiaparabrisas, alumbrado, retrovisores, neumáticos (la profundidad del dibujo nunca debe ser inferior a 1,6 mm y sus medidas debe coincidir con las que aparecen homologadas en la ficha técnica), sistemas de frenos, paragolpes (sin bordes cortantes y bien sujetos), matrícula (sin manchas, números borrosos o dobleces) y emisión de gases contaminantes, entre otros.