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| La formación empresarial como única salida a la situación actual de la posventa | -

Alberto Marín Martínez, gerente de Altayr, contextualiza la situación actual del sector de la posventa y apunta a la formación empresarial como única vía de supervivencia.

Alberto Marín Martínez, gerente de Altayr (Asociación Laboral de Talleres y Recambistas)
Alberto Marín Martínez, gerente de Altayr (Asociación Laboral de Talleres y Recambistas)

Con este artículo en defensa de la formación empresarial en el sector de la posventa no pretendo sentar cátedra. Solo reflexionar sobre lo observado y aprendido a lo largo de toda una vida dedicado al complicado mundo de los talleres, cuya situación puede empeorar en los próximos años.

Si nos centramos en los talleres de chapa y pintura, su ventaja es que la ley del seguro garantiza al perjudicado la reparación de su vehículo en un taller de libre elección. Esto genera un volumen de trabajo en el sector que, de otra manera, difícilmente se conseguiría. Como contrapartida, las cuestionables prácticas de las aseguradoras y sus legiones de peritos, tramitadores, agentes comerciales, abogados y su imponente maquinaria de marketing propagandístico, cuya única finalidad es la de manipular a clientes y talleres para minimizar su coste principal, las indemnizaciones.

Esto se traduce, en la mayoría de los casos, en que el presupuesto no lo hace el taller, sino la compañía. Es como ir a un restaurante y decirle al propietario cuánto vamos a pagar por comernos un chuletón de Ávila. Ridículo, ¿verdad? Pues nuestra situación es aún peor. Porque, una vez bajado el precio de la mano de obra, muchas veces por debajo incluso de nuestro coste, algunas compañías de seguros te dicen dónde debes comprar los recambios y la pintura. Y es un secreto a voces que esa “recomendación” es a cambio de las jugosas comisiones que acuerdan estas compañías con los proveedores.

Y para poner la guinda al pastel, mientras que nuestros proveedores nos facturan los recambios y la pintura cada 15 días, algunas aseguradoras pagan a 20, 30, 60 o más días. Como resultado, tú pagas a tus trabajadores por su mano de obra y a tus proveedores por el material mucho antes de que te paguen a ti. O lo que es lo mismo, estás financiando a estas multinacionales. Tú, que haces malabares para pagar nóminas e impuestos.

Nuestra arma de lucha, la formación empresarial

Una vez contextualizada la situación actual de los talleres de chapa y pintura, puedo concluir con mi opinión, que somos buenos reparadores, pero somos pésimos gestores.

Hasta 2010, abrir un taller y hacer buenas reparaciones era sinónimo de tener trabajo, e incluso, ganar dinero, que no son la misma cosa. Pero llegó la crisis y se fue el trabajo, en torno al 50%. Y con él también los ahorros, el colchón, o las partidas de previsión, como queráis llamarlo. Una señal clara de la mala gestión o, mejor dicho, de la falta de gestión.

Muchos talleres cerraron, otros salvaron los muebles con una reestructuración de plantilla o recortando salarios previamente inflados. Pero curiosamente el número de talleres en España parecía crecer.

Y lo hizo porque esos empleados despedidos montaron pequeños talleres con las indemnizaciones que percibieron, lo que contribuyó a la atomización de nuestro sector, que ya estaba muy fragmentado. Otro tiro en el pie para la posventa con el que compañías aseguradoras se frotaban las manos. Más divididos, más manipulables.

La falta de actitud y formación empresarial en los talleres es el motivo principal de nuestra situación actual. Miles de talleres están “gestionados” por personas que ni tienen, ni piensan tener, ni los más mínimos conocimientos sobre la administración y dirección de un negocio en general ni de las particularidades de un taller.

Es aquí donde radica el verdadero problema, lo que provoca que los precios estén por los suelos y que nuestro sector esté dominado por las compañías de seguros. Porque, aunque algunos sí hacen bien sus deberes, se ven arrastrados por la resignación de la mayoría ante las prácticas y precios que nos imponen.

Con pocas excepciones, los talleres se limitan a sobrevivir. Algunos son talleres donde parientes, amigos o socios se conforman con trabajar y ganar para ir tirando. Algunos pagan lo poco que pueden a sus empleados, o no les dan de alta, o hacen trabajos de dudosa calidad. Otros muchos malviven con el margen que les deja el recambio y el material de pintura, que junto a las jornadas de 10 o 12 horas que no cobran, compensa a duras penas lo que pierden por los precios bajos que les imponen en mano de obra. En cualquiera de estos casos, el coste personal y familiar por mantener a flote el taller es muy alto. Es el tributo silencioso que todos hacemos en aras de los beneficios millonarios de las compañías aseguradoras.

La solución a este problema, insisto, es que todos los “gerentes” decidieran por fin formarse como tales. Tener al menos unas nociones mínimas de finanzas, liderazgo y negociación, además de un conocimiento profundo sobre la producción de su empresa para que conceptos como eficiencia o productividad no les fueran ajenos.

En Altayr lo tenemos claro. Por eso, ofrecemos a nuestros asociados píldoras formativas para que mejoren en estas áreas. También fuimos uno de los organizadores del “Programa directivo para talleres”, que reunió a un buen número de talleres andaluces, que disfrutaron de ponentes y expertos de primer nivel en áreas como gestión del taller, finanzas, negociación, liderazgo o gestión de equipos.

Puede que hable de un ideal, pero el futuro nos depara cambios drásticos en un plazo de tiempo relativamente corto, lo que dejará a muchos fuera de juego. Quizás esta catástrofe, por el número de talleres y puestos de trabajo que se perderán, sea la última oportunidad de salvación para los que se toman su taller como lo que es, una empresa, y se mantengan a flote mientras el sector se derrumba.

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