La válvula EGR (Exhaust Gas Recirculation), ubicada entre el colector de admisión y el de escape, es un elemento cuya misión es reducir las altas temperaturas que se producen en la cámara de combustión y, como consecuencia, disminuir las emisiones de óxido de nitrógeno (NOx).

Para ello, es necesario que recirculen los gases de escape hacia la admisión, es decir, reintroducir el humo de la combustión del motor en los cilindros. Así, al entrar menor cantidad de aire con oxígeno, la explosión es menor y se generan menos gases tóxicos.

Con este fin, la válvula EGR se abre o se cierra dependiendo de los datos recogidos del motor y de la aceleración gracias a varios sensores que envían esta información al módulo ECU, donde se analizan y se hace que la válvula actúe de un modo u otro.

Según Tallerator, cada vez es más habitual que surjan averías en la válvula EGR, por lo que es frecuente tener que cambiarlo, siendo su coste medio unos 350 euros de media.

No obstante, también es aconsejable una buena limpieza de la admisión y del sistema de alimentación, ya que al circular a bajos regímenes de motor y a velocidades largas, su funcionamiento puede verse afectado al pasar por la válvula gases de escape de forma continuada.

La válvula puede fallar si se ensucia de carbonilla e, incluso, llegar a obstruirse, emitiendo gases nocivos y sufriendo, además, una pérdida de potencia en el motor, tirones y un aumento del consumo. Para dicha limpieza, algunos establecimientos utilizan ultrasonidos, los cuales emplean ondas especiales que trabajan en altas frecuencias.

Pese a que hace años, la válvula EGR se encontraba, sobre todo, en motores diésel, desde 1996, una normativa obliga a que todos los nuevos modelos incorporen este elemento, llevando incluso un chivato en el cuadro de mandos que avise si se produce un mal funcionamiento, el cual puede provocar averías en el motor, el cigüeñal o los cojinetes.