El cambio de hora, además de suponer un ahorro energético, hace que se produzcan más desplazamientos de noche por las carreteras y más posibles deslumbramientos. Asimismo, según algunos estudios científicos, provoca que las personas se sientan más cansadas y sufran estrés, irritabilidad y problemas de sueño, lo cual puede afectar a la conducción.

A esta circunstancia se suma el hecho de que por la pandemia ha crecido el uso del transporte privado y muchos conductores que hacía tiempo que no se ponían al volante pueden estar menos habituados a este tipo de condiciones adversas. Tampoco hay que olvidar que un elevado porcentaje de vehículos tiene más de 12 años y parte no han pasado la ITV este año, según indican en el blog de Connection Soft Service.

De esta forma, los accidentes in itinere aumentan, lo que provoca un efecto directo en la carga de trabajo del taller de carrocería. Así, un estudio realizado en el Reino Unido subraya que los talleres podrían tener hasta 10.000 trabajos adicionales de reparación en los quince días posteriores al cambio de hora.

Esto tiene como consecuencia que la demanda de coches, furgonetas y camiones de sustitución haya crecido una media del 8% en los últimos cinco años en las dos semanas inmediatamente posteriores al retroceso de los relojes.

Pero las consecuencias negativas también se hacen notar en el ámbito profesionales de los talleres de carrocería, puesto que algunos informes demuestran que la eficiencia energética que se gana por la mañana parece perderse por la tarde.

Con ello, puede verse afectada la productividad, sobre todo en las dos semanas después del mencionado cambio horario, ya que el reloj biológico puede hacer que se duerma peor y provocar fatiga, migrañas o estrés. Como consecuencia se puede producir un aumento de las lesiones laborales en puestos físicamente exigentes.

Por ello, la firma recomienza gestionar de forma correcta los centros de reparación y estar habituados al uso de determinadas herramientas para ser más eficientes y productivos.