Conseguir la máxima eficiencia (lo que hago, lo hago bien) en el normal desarrollo de nuestra actividad es fundamental para maximizar la rentabilidad del taller.

Como indicaba en la entrada del post, aquellos empresarios que sean capaces de formar equipo, motivarlo, incentivarlo, cuidarlo e, importante también, que sepan delegar tareas en sus empleados, tendrán un futuro viable empresarialmente hablando.

Sin esta premisa, el resultado económico no es posible, el crecimiento impensable y la calidad de vida paupérrima.

Como soy bastante futbolero, permitidme hacer la comparación siguiente:

Un solo jugador de fútbol, por bueno que sea (propietario del taller) no hace campeón a un equipo (taller). Si eso fuese así, Argentina y Portugal habrían ganado algún mundial.

Para hacerlo campeón (rentable), necesita fichar y tener motivados al mejor equipo posible (empleados).

Después, cuando se tienen buenos profesionales que cuestan más caros, pero rinden mucho más que los no muy buenos, hay que darles unas directrices y dejarles jugar (trabajar) para que se sientan responsables de su parcela de trabajo.

La misión del entrenador (propietario del taller) es limar y suavizar asperezas, marcar criterios y estilos de trabajo, dejar muy claro como quiere las reparaciones, la calidad y controlar que todo ello transcurra como se desea. Corrigiendo lo que no sea del todo perfecto con "serena firmeza", (no me enfado, pero se ha de trabajar con el estilo de mi empresa).