Talleres_del_siglo_XXI_Josep_Ferro Josep Ferro

| Los 'accidentes' en el taller casi nunca lo son | -

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El día que se casaba mi hermana (septiembre de 1992), en el Pallars (Pirineo del bueno), yo conducía un coche de alquiler. Era la primera boda de la familia y el entusiasmo era general. Todo salió bien (objetivo casarse, cumplido), a pesar de la inaudita e increíble lluvia que empezó a caer a la salida de la iglesia. Yo también cumplí, con todos, abuela incluida, feliz de ver casarse a su única nieta.

Mi madre me pidió que me portara bien y que no bajara a las fiestas de Barcelona. Llovía muchísimo, y luego hubo tornados inusuales en la zona que arrancaron árboles centenarios y levantaron tejados enteros. Accedí y me fui a casa, a unos 20 km del restaurante hacia el norte. Por cierto, no existían los móviles.

Años más tarde un instructor del RACC me hizo una reflexión: "los accidentes casi nunca son accidentes". Un accidente, decía, es que vayas conduciendo y se hunda el puente por el que circulas. Un accidente es que el que va en sentido contrario se salga del carril y salte encima de ti, que estando detenido en un semáforo te arrollen, o que un objeto volador (platillo volante, o no) se te caiga encima. El resto, se podían evitar.

¿Corría usted más de la cuenta? ¿Llovía? ¿No veía el asfalto y los cristales mojados? Entonces, estrictamente hablando, no es un accidente. ¿Qué esperaba? Sin embargo, lo primero que dije a mis padres, tres horas más tarde, se pareció a: "Estoy bien, he tenido un accidente". A mis amigos de 24 años les conté lo de los tornados…. No tuve valor para decir la verdad, que se habría parecido más o menos a: “Llovía, conducía confiado y distraído, y pisé el freno de un coche que no conocía, como un novato. He derrapado, y el coche ahora está dentro del rio". ¡Gran final de la boda perfecta!

Repasemos otros accidentes. Una de las 'trolas' más repetidas entre los chapistas se resume en las 'chinitas'. Lo son cuando se curan con un colirio. Cuando no, son 'brozas'. Incomprensiblemente, siempre saben encontrar el camino para sortear las gafas de protección, y lo colamos como un accidente laboral. Queda fatal preguntar si llevaba o no las gafas de protección, y mucho peor, sancionar al 'accidentado'. Siempre hay unas gafas mal puestas, mal compradas o… inexistentes.

¿Hablamos de calzado de seguridad o de guantes, infinitas veces ausentes? La mayoría de otros accidentes menores, sobreesfuerzos, golpes, …. son accidentes (inevitables), ¿son despistes o actos voluntariosos? Y cualquier cosa que pase manipulando gasolina o productos químicos, con consecuencias mucho más graves, ¿le llamamos también accidente?

Cuando un compresor deja de funcionar, en el peor momento de nuestra vida, ¿cómo solemos explicarlo? “Tiene una averia, cuesta esto reparar, cuesta lo otro comprar uno nuevo, bla bla bla,…”, pero si se le mete fuego, si se incendia el taller entero, no existe el valiente que se justifique con nada distinto a "ha sido un accidente". Nadie se atreve a admitir que el cuarto de compresores estaba lleno de chatarra y con la puerta cerrada, sin paso de aire.

Cada año en España cae al menos un coche de un elevador. Curiosamente, averígüenlo, las investigaciones nunca reflejan que encontraron el elevador volcado con las sujeciones arrancadas junto a dos bloques de hormigón. ¿Quién se atreve a confesar que es el resultado de una imprudencia o de una negligencia? ¿Y quién se atreve a admitir que el elevador tenía 30 años y todos sabían que fallaba por aquí o por allá; o que esta o aquella máquina, como no tiene repuestos y no la vamos a cambiar, la hemos chapuceado con unas bridas, o con cinta americana, y 'tira millas'?

Me dice un amigo, muy serio: "Nos empeñamos en compartir la responsabilidad de nuestros actos, especialmente cuando de ellos se derivan consecuencias en mayor o menor medida desagradables”. Y añade… "¿qué le importa a la víctima que encontremos al culpable?" Enfrentarse a esta realidad exige ser poco popular, y a la vez, exige que el jefe esté allí, igual de pendiente de esto que de otras mil obligaciones que pueda tener, a menudo más importantes y absorbentes. Así tenemos operarios trabajando sin protección respiratoria, sin medios, a pelo, y sindicatos, gremios y asociaciones dando consejos que parecen los mismos discursos (patéticos) que doy yo a mis hijos adolescentes.

Y, cómo no, estamos en la élite de los países de Europa en siniestralidad laboral. Y el 2016, peor que el 2015. Si al menos estuviéramos también en el 'top' de productividad, pero es que tampoco. ¿Y qué hacemos? Creernos siempre las mismas excusas. Y luego lo normal: poner carteles muy chulos, hacer firmar un sinfín de papeles a todos para quitarnos la responsabilidad (sobre todo a los proveedores), naturalmente ocuparnos del accidentado, sustituirle o no, y 'palante'. Hasta el próximo.

Sugerencias:
Denunciar. NO es señalar el culpable. Es poner negro sobre blanco que está pasando algo que sospechamos que acabará mal.
Reconocer. Como en cualquier adicción, el primer paso para la curación es tomar conciencia de que se tiene.
Reconducir. La situación actual es fruto del camino recorrido a lo largo de las últimas décadas. No vamos a deshacer este camino, si no, ante la toma de conciencia de él, establecer un objetivo que nos permita reconducirlo.
Perseverar. El largo recorrido hecho hasta ahora es más corto, mucho más corto, que el hipotético por hacer. ¿Quién se pone en serio?

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Sobre el autor

Ingeniero Industrial. Veterano del Taller, la Logística, y ahora en el mundo de los Hospitales.

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