José Manuel Penas

| De cómo el mundo nos ha cambiado tanto | -

De cómo el mundo nos ha cambiado tanto
De cómo el mundo nos ha cambiado tanto

La pasada madrugada surfeaba en la red. Sin desearlo me halle ante un blog muy recomendable para todos aquellos que ya estáis retomando el camino de retorno biológico : “yo hice la E.G.B.” .Y en mí, se dio el abismo al contemplar el cambio que se había producido alrededor de mi vida. Sólo quedan cinco años para que Blade Runner, para que el futuro de mi infancia, suceda.
Ante mí se abría un barranco tecno–socio-económico que desde aquellos libros de texto de Santillana o Anaya me llevaba hasta este presente–futuro.

Aunque a pesar de todas estas metamorfosis, al cerrar los ojos, todavía respiro esos veranos interminables en el norte de Palencia trillando el cereal, asistiendo a atardeceres atufados de heces animales que el pastor del pueblo vadeaba desde los trigales al arrollo y de aquí a la pequeña iglesia románica. Primero ovinos, después bovinos.

¿Pero de que estoy hablando? ¿De una escena costumbrista de Azorín o Baroja? Pues no, hablo de mi infancia en los años setenta. En apenas 40 años la revolución ha sido absoluta. Nuestro entorno ha cambiado tanto gracias a la transformación tecnológica que un paria no es el que no come sino el que no posee un móvil con acceso a datos.

Estos cambios, que en principio presuponemos que solo afectan a la comunicación y a la información, modifican la mayoría de las áreas de nuestro entorno. Una profunda transformación principalmente tecnológica y económica. También han cambiado, pero no tanto, nuestro entorno social.

Todos hablamos de tecnológica pero pocos observan con agudeza visual la transformación diaria que acontece en la microeconomía. Esa parte de la economía que estudia el comportamiento de agentes individuales, como son los consumidores, las empresas o los trabajadores y agrupando a todos ellos el mercado.

Las compañías han crecido con un planteamiento tradicional en un mercado poco cambiante, en continuo crecimiento en gran número de ellas. Hemos crecido a diferentes ritmos en los últimos 70 años sin una gestión eficiente, con amplios márgenes vestidos de pericia comercial donde la cadena de valor podría suponer desde el 85 % hasta el 1000 % del precio de venta al público, al usuario.

Venimos de unas décadas de alto crecimiento en las que ganar dinero fue relativamente fácil, en la que muchas compañías han enterrado su futuro en operaciones de rentabilidad “a la española”, donde en vez de tener activos circulantes, hemos apostado por activos inmovilizados. Vamos, que hemos gastado el dinero en ladrillar nuestro futuro.

A muchas empresas el presente les ha pillado a contrapié o bien no tenían mucha caja o estaban con inversiones hipotecarias o trabajaban demasiado con los bancos financiando sus operaciones, ya que le margen era todavía amplios.

Pero a día de hoy e inmersos en un proceso de recesión sin financiación bancaria y con bajadas alarmantes del consumo, realmente el consumo se hunde. Sobrevivir a la actual situación requiere de know how y direcciones cualificadas que manejen con maestría la tijera. Que sean capaces de concebir un plan estratégico de mejora y optimización de las principales áreas de la empresa: ventas, operaciones y administración.

En el mundo de las ventas es crucial oír al mercado. Estableceremos una política de más operaciones con menor margen en las de máxima rotación, que compensaremos mediante claras estrategias de pricing en nuestro catálogo de servicios o productos.

A nivel operativo deberemos mejorar la atención al cliente y la calidad del servicio, ya que en igualdad de precios o en proximidad de precio final, el cliente se decantará por aquella empresa que realice un sobresfuerzo en mejorar su servicio. No olvidemos que en la era de la información el cliente manda sobre la empresa y que nuestras malas operaciones tienen eco instantáneo en la red.

Para optimizar este proceso de supervivencia la excelencia administrativa es fundamental. Que nuestros clientes nos paguen. Que cobremos, que los gastos estén acordes al beneficio bruto de la organización y que nuestros pagos no nos produzcan falta de liquidez.

Para que esta fórmula funcione no debemos olvidar nunca el factor más importante de cambio en las organizaciones: las personas. Sin ellas y su implicación, la obtención de resultados positivos se tornara difícil, por lo que los empresarios deben de tener en cuenta no morder la mano que los alimenta, la de sus trabajadores. De ellos y de su implicación puede venir parte de la solución de los problemas. Escucharlos activamente y considerar que su aportación mejora la empresa pueden ayudar a muchas organizaciones en estos oscuros días de cambio.
  

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